sábado, 30 de abril de 2016

Transformar el horror en solidaridad

En 39 años no faltaron un solo jueves a la Marcha en la Plaza de Mayo.  Estuvieron siempre, a pesar de la soledad, de ser golpeadas y despreciadas, de ser denigradas como madres de hijos terroristas y de que se sostuviera que al terrorismo había que aniquilarlo.
Ellas, las Locas de Plaza de Mayo, que aceptaron el apelativo porque se reconocieron locas de dolor, locas de amor por sus hijos, locas de necesidad de justicia, locas de compromiso social; descubrieron o crearon un concepto, el de socializar la maternidad, haciéndose en estos casi cuarenta años madres de todos, madres de los que a ellas les faltan, y resignificaron su práctica, en práctica social, cuando decidieron pedir por todos, no sólo por los suyos, por todos los hijos, sus hijos.

Pedir por todos, eso era lo que más le pesaba al enemigo, que hayan sido capaces de pedir por todos, aunque las tentara la esperanza de obtener algo, pidiendo sólo por los propios, decidieron pedir por todos y siguieron cuarenta años casi, pidiendo por todos, como cuando te echan de un trabajo ir todos, como cuando te matan a un hijo ir todos aunque no hayas sido despedido, aunque no hayan matado a tu hijo.

Del accionar personal, casi íntimo de la madre que busca a un hijo que no aparece, que golpea puertas que como loca recorre, que deambula las calles aturdida por el dolor y la desesperación buscándolo, a aseverar con vehemencia, que cada derecho se conquista en la calle, como colectivo, como sociedad organizada, con el poder que sus propias acciones les fueron otorgando y convirtiendo en el faro de la resistencia, en la misma resistencia.

Un puñado de madres fueron todas las madres y todos fuimos sus hijos. Eso hicieron, hicieron Historia, con mayúscula, y cuando por temor y certeza pidieron por todos no sólo por los propios, empezaron y siguen haciendo eso, a socializar la maternidad.

Cuando el periodismo extranjero, a principios del año 1978 les preguntaba qué día nació el Movimiento de la Madres, ahí empezaron a sospechar o tan solo a preguntarse y asumirse como un movimiento social. Un día quedaron en encontrarse en la Plaza de Mayo para que el presidente se entere lo que estaba sucediendo, y ese día era sábado y no había nadie en la Plaza, y la casa de Gobierno estaba cerrada, y era el 30 de abril de 1977, y decidieron volver un día que hubiera mucha gente, que no fuera sábado y tampoco viernes que era día de brujas, y entonces jueves, y todos los jueves por casi cuarenta años, por la eternidad, mientras no aparezcan, mientras no haya justicia, mientras haya vida y fuerza para pedirla.

Ese sábado de 1977, no estaban ni cerca de convertirse en un movimiento, en realidad las unía el vuelco que tendrían sus vidas.

El núcleo de la coalición golpista estuvo constituido por la alianza entre las fuerzas armadas y sectores civiles, políticos y religiosos, ligados al sistema de intereses de la clase dominante con el apoyo de Estados Unidos.

El terrorismo de Estado tuvo el objetivo del aniquilamiento de vastos sectores de la sociedad que se oponía a los cambios profundos por los que ellos venían.

Empezaron a desaparecerlos, se los llevaban, y el relato de cada madre, a la distancia, connota el sufrimiento de aquel momento. El profundo dolor que la noticia, o la certeza o la sospecha luego confirmada, le produjo a cada una de ellas de modo diferente. El momento en que se enteraron o vieron que se los llevaban

Pero esa matanza no podía hacerse en forma pública, los golpistas trataban de evitar el aislamiento internacional que podría traerles muchos problemas en lo político y en lo social.

Y usaron el arma de la desaparición de personas, montando un servicio de inteligencia que pudiera concretar esa estrategia.

Y no encontraban a sus hijos, querían verlos y descubren que no están, encontraban las casas vacías, estaban solas con su lucha, la lucha de las madres, y sin parar se enfrentaban al laberinto de trámites, aveas corpus, pedidos de entrevistas, y sentían que todo era una infamia, que todo era mentira y revivían el dolor de la desaparición a cada paso, en cada trámite en el despacho del juez, en la comisaría, con la policía, en el ministerio del interior. El laberinto.

Y es a fines del 76 y comienzos del 77, cuando van a ver a Emilio Grassellii a la iglesia Stella Maris, cuando Azucena Villaflor, las orienta a abandonar el laberinto infernal de trámites inútiles y las convoca a la Plaza. Fue ella las que las insta a interpelar directamente a Videla por el destino de sus hijos. Fue ella que ante la orden de la policía de que circulen, de marchar las hizo ordenar de a dos en dos y las impulsó a continuar la lucha. “Casi casi que la marcha la creo la policía” dice Hebe contando los detalles de aquel momento y mostrándonos que eran solo un puñado de madres, preocupadas (desesperadas) por la desaparición de sus hijos que no tenían conciencia de lo que irían a producir en la historia argentina

El 30 de abril de 1977. Definen un año después, ante el periodismo internacional como la fecha fundacional. Les costó definir el día, tuvieron que asociar el cumpleaños de alguien que era por esos días y fijar la fecha de aquel sábado. No habían ido a fundar nada, pero marcaron el hito fundacional de lo que serían: la conciencia social de la resistencia
Con la sola estrategia de persistir para ser visibles ante los argentinos y el mundo, continuaron todos los jueves yendo a la Plaza, lentamente se fueron constituyendo en el hecho más difícil de resolver para el autodenominado Proceso de Reorganización Nacional.

Y Videla se niega a recibirlas y llega una peregrinación a Luján y deciden ir a pedir por sus hijos, porque esa era una de las únicas movilizaciones permitidas, y podían hacerse visibles.

El 9 de octubre de 1977 se organizan y deciden un modo de encontrarse y de identificarse en la multitud, usarían un pañuelo blanco, un pañal, todas tenían un pañal de sus hijos guardado, en aquellos tiempos no eran descartables, y ese fue el modo de reconocerse, sin siquiera sospechar que se constituiría en el símbolo de enorme poder significante que las distinguiría por siempre.

Las Madres representaban un poder que no correspondía con su imagen. La permanencia resultaba agraviante a los objetivos del gobierno de facto, debían estar manejadas por alguna organización, parecía, eran ellas persé debían escarmentarlas. Astiz se infiltra y apunta a Azucena Villaflor.

Se viene la primer solicitada, se junta el dinero, se convence a los firmantes. Quieren frenar la publicación de esa solicitada. El diario La Nación acepta, será el 10 de diciembre.

El 8 de diciembre de 1977 se las llevan. Eugenia Ponce de Bianco, y Esther Ballestrino, y las monjas francesas Alice Domon y Léonie Duquet. Y dos días después a Azucena Villaflor. La solicitada salió. Creían que el golpe sería mortal. Eran las cabecillas. Creían que desapareciendo a tres madres desaparecían a Las Madres.  La solicitada no importaría porque se sacarían a las Madres de encima.

El jueves 15 de diciembre 30 madres entraron a la Plaza a marchar. Seguramente temerosas, quizás con pánico, pero eran mucho más que la suma de las vulnerables individualidades, era un Movimiento Social en marcha eran las Madres de Plaza de Mayo.

1978, año del mundial de fútbol. La batalla por la imagen. Muchas cosas hicieron para que desaparecieran, que no existieran, que no se las viera. Hubo mucha prensa extranjera. En el mundo se empezaba a escuchar que algo sucedía. Se hablaba de las Locas de Plaza de Mayo. La apertura del mundial era un jueves en Núñez. Las madres como todos los jueves marchaban en la Plaza, la cancha de River estaba colmada de prensa, algunos buscaban imágenes con binoculares de la ESMA, tratando de desarticular el cerco informativo. La prensa holandesa rompió el cerco. Mientras se desarrollaba el espectáculo de apertura del mundial de fútbol, ellos transmitían al mundo el reclamo de esas madres. Ni ellas ni los genocidas sospechaban el duro golpe que les estaban infringiendo unas a otros.

Asume Carter en Estados Unidos enarbolando la bandera de los Derechos Humanos, táctica renovada para mantener la hegemonía.

Noviembre de 1978, ellas salen al mundo ya no por las cámaras de la prensa internacional, sino por el inicio de una recorrida por Estados Unidos y Europa (Italia). Departamento de Estado, OEA, recogen el compromiso de Vargas Caamaño de que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos llegará a la Argentina.

La recepción del presidente de Italia, - el que no quiso recibir a Videla- la negativa del Papa a recibirlas. Su foto en el Vaticano igual recorrió el mundo. La cosa estaba hecha.

La junta Militar experimentaba el impacto que la imagen internacional de las Madres producía. Tenían que prohibirle la entrada a la plaza.

La imagen de esas mujeres que hacía dos años caminaban para reclamar la aparición de sus hijos era la evidencia más palpable del genocidio que estaban perpetrando los militares y que ellos habían tratado por todos los medios de ocultar al mundo.

La plaza, las madres de la plaza, ese era el problema y la solución, tan simple como que los pueblos siempre solucionan las cuestiones en las plazas, suele decir Hebe, ya eran pueblo, ya eran las madres del pueblo, y aunque no lo supieran, lo ejercían, porque eran la base de la resistencia. La alegoría de la búsqueda de justicia. 

La llegada de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA era una esperanza para las Madres, para poder denunciar la desaparición de sus hijos. La Junta Militar tenía que aceptar su llegada por la presión de estados Unidos, que con Carter, enarbolaba la bandera de los derechos humanos y no podía omitirlo en relación a la Argentina.

El 6 de septiembre de 1979 llega a Buenos Aires y la repercusión y el debate público que estaba provocando esa visita, superaba las peores previsiones de la Junta Militar.  La expectativa social que rodeaba el acontecimiento hacía que el costo empezara a resultar altamente elevado.

El saldo más importante de la visita fue la visibilización del horror que estaba sucediendo. Un amplio sector de los argentinos que hasta ahora habían estado prescindentes empezaron a apoyar la lucha de las Madres y el gobierno militar cambió la estrategia de no reconocer la existencia de desaparecidos, a decretar la muerte de todos con el interés de acabar con el tema.

Pero las Madres en una nueva demostración de profunda coherencia, se negaron a aceptar el decreto de que estaban todos muertos, eso hubiera dejado reinar la impunidad, hubiera impedido que se hiciera justicia, y comenzaron a reclamar de una y mil formas: “Aparición con vida”. En otra demostración de profundo coraje, Aparición con vida, fue la manera de oponerse al discurso falaz de la dictadura, de omitir testigos que ayuden a encontrar la verdad, culpables que cumplan los designios de la justicia, de dejar la muerte sin explicaciones; aparición con vida exigía justicia.

“¡Ahora, ahora, resulta indispensable, aparición con vida y castigo a los culpables!”
Llega el momento en que las Madres comienzan a nuclear a los argentinos, y pasan también a otra instancia.

En medio de ese debate, se anuncia la candidatura de las Madres al Premio Nobel de la Paz conjuntamente con Pérez Esquivel, representando también para la dictadura un duro golpe, aunque ellas nunca buscaron premios, decían, la lucha era la justicia.

El 10 de diciembre de 1981 un centenar de madres iniciaron la Marcha de la resistencia, veinticuatro horas en la Plaza. Creían que se dormirían a las pocas horas. Creían que no podrían. Sabían la magnitud en términos de hecho político que tenía esa Marcha.

La situación económica se tornaba insoportable, el movimiento obrero se empezaba a movilizar, se declara la Guerra de Malvinas, un día antes (30 de marzo) el pueblo se movilizaba por reclamos a la Plaza de Mayo y al día siguiente se declara la guerra. El mismo pueblo va a vitorear a los héroes. Las madres que seguían creciendo como colectivo, y su mirada aclarándose más, las ponía en contra de esa barbaridad oportunista sin ningún destino más que la muerte de cientos de jóvenes. No podían enfrentarse al furor patriótico de esos días. Salieron a comunicar y esclarecer. “Las Malvinas son argentinas, los desaparecidos también” Descubren a Astiz al mando, el mismo, el presunto entregador de Azucena y las otras madres.

Asume Bignone. Como consecuencia del fracaso del Proceso. Su función, la apertura democrática en las mejores condiciones para ellos.

Las Madres exigen, requieren, esclarecen, a los partidos que no se hagan cargo de los desaparecidos, que las Madres iban a seguir peleando. Pocos se atrevían a enfrentarse a la fuerza moral que ellas representaban. Igual todos terminaron apoyando la teoría de los dos demonios. Ellas se oponían a esa teoría. Consideraban que los delitos cometidos por un civil debían ser juzgados por la justicia ordinaria, pero los delitos cometidos por el estado, son delitos de lesa humanidad y debían ser juzgados como tales.

La resistencia continúa, Bignone el 28 de febrero de 1982 anuncia las elecciones del 30 de octubre. Ante el fracaso de los acuerdos con los partidos políticos por presiones de las Madres, producen el “Informe Final”, un acto institucional que daba por cerrado el tema de los desaparecidos y se declaraban muertos. Los altos mandos de las fuerzas armadas asumían la responsabilidad histórica por todas las acciones realizadas por las fuerzas de seguridad.

Las Madres respondieron que ellas no aceptarían ni olvido, ni amnistía, ellas querían justicia.

Las madres atravesaban un momento difícil. Una organización política sin partido en un momento de resurgimiento de los partidos, pero una fuerza moral que ningún partido podía ostentar. Mientras ellos dormían, ellas luchaban. No querían ser una ONG. No eran sólo una ONG, eran ya un movimiento social.

En la última marcha de las Madres en dictadura, el jueves anterior a la asunción del nuevo gobierno democrático el 10 de diciembre de 1983, terminó un ciclo. Parecían haberse convertido en un símbolo de la resistencia para todos los partidos políticos. Por cierto, lo eran. Concluía una etapa en la que se había logrado el objetivo que se habían puesto esa tarde de un sábado de fines de abril del 77, en el que se citaron en la Plaza; hacer visible el reclamo de aparición de sus hijos, aunque no hubieran aparecido. Habían socializado la maternidad.




Elaborar una nota sobre las Madres de Plaza de Mayo, donde presenten la práctica social a lo largo de estos 39 años. Trabajo Práctico de la materia Taller de Prácticas Territoriales.







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